lunes, 22 de diciembre de 2008

Reclamos

La otra noche, muy enojado, reuní todos mis versos
Les reclame el hecho de ser irresponsables…
Ninguno se atrevió a contestarme.

sábado, 6 de diciembre de 2008

En una habitación oscura, te imagino vacía, esperando ansiosa el momento en que me atreva a llenar por fin tu soledad.

Es la voz de mi conciencia que balbucea estas palabras/frases afligidas/ideas fragmentadas que nacen renegadas de mi propia voluntad, activadas después de largo rato de asfixiante represión por parte de la región más elitista del cerebro, región que en un comienzo decidió venderse barata.

Recuerdo el día en que tu risa destemplo mis oídos, tu reflejo enajeno la mirada y tu sabor me enveneno la lengua. Apareciste, llegaste inesperada entre aquel mar de sombras y juguetona diste color a la tarde.

Mis dedos te vieron y suspiraron enredarse en tu pelo de maleza, vi cómo mi voz sorprendió a los ojos que te sirven de ventana, que a su vez cautivaron mi despistada atención.

Aflorar senderos de bajos instintos, sembrar deseos en el interior de tu vientre y esperar a que melódicamente se difuminen. Esa es la consigna que se levanta impasible en los soles sin razón.

Parece ser que las neuronas una vez más perdieron la secuencia de los días. ¿Qué sigue después del martes? ¿El sunday del domingo?

Procesos de liberación se vienen llevando a cabo a tus espaldas, desde un lejano intervalo de desleales relámpagos. Yo sin darme cuenta, funciono programado, mecánico, intentando obviar lo inevitable, el inminente atrevimiento lujurioso dispuesto a despertarte lúbrica una soñada madrugada.

Ahora me gustaría gritar tu nombre, pero sé que no vendrías sola. Es mejor guardarse en un indefinido silencio que tal vez un día dispongas saltar a romper.

martes, 2 de diciembre de 2008

Mis Rimas Mujerzuelas (Sí, en mi cabeza llueve en verano)

Me traicionaron hace tiempo. Las encontré una lluviosa tarde de verano, hambrientas y temblorosas vendiendo caricias y suspiros, se veían bastante desorientadas, sucias y flacas. Decidí ser generoso, les ofrecí papel donde pasar la noche. Las alimente hasta que recuperaron el calor y durante días las hospede entre mis versos.

Una mañana, salí del libro en busca del periódico dominical. Cuando regrese descubrí decepcionado que se habían llevado todos mis puntos y comas. Nunca más supe de ellas.