martes, 16 de junio de 2009

Mi padre y yo somos independientes. Uno al otro no nos extrañamos. Estamos emocionalmente segados. Hay una intersección en nuestros caminos cada viernes. Los lunes la madrugada se llena de ausencia. Él parte a un mundo que no conozco, yo regurgito mi presencia en otro mundo que el no conoce, solo imagina como su hijo menor diluye el fruto de su esfuerzo en almuerzos, fotocopias, cervezas y la novia.

Nunca le digo que lo quiero aunque a veces pienso en que sería bueno que alguna vez lo hiciera. El vejete esta cada día más añejo y aún no concibo el día de decírselo.