viernes, 14 de agosto de 2009

¿A dónde van todos esos litros?

Todo un pelotón dispuesto a saciarse
La viscosidad de su semen aguarda una intempestiva aparición

Pero antes deberán cumplir su decoroso deber
Hacer la guardia
No permitir que nadie escape
Del infierno no se salva nadie

Masturbarse cada mañana sin remordimientos
Eyacular sobre la cotidianeidad
Manchar el uniforme

Toser fuerte
Acumular la flema
Escupirla, sorprenderse de su apariencia esperma

Acumular las horas directo al fracaso kamikaze
Estoy cansado de sus palabras de aliento
Pero también comprendo
El pesimismo ya perdió valor.

Queda no más que acercarse a la locura
Rozarla, coquetearle
Lamerle los oídos
Y sin chistar penetrarla

No hace falta ver el sol
Para saber del amanecer
Pero que hay de cuando el amanecer se torna oscuro y cualquier compañía te retuerce la paciencia, es imposible acallar de tajo todas las voces.

Las máquinas siguen sonando, abriéndose tercas se retuercen en su monotonía, discorde a cualquier propósito que mis incoherencias confabulan para ser menos tercas, más risueñas.

Mis equivalentes rumbo a la conversión, hacen la fila en el parqueo de la mega iglesia, mutilados, mudos, insatisfechos en busca del placebo dominical. Convertidos en muñecos de prueba de innumerables futuros accidentes psicotrópicos se pasean muchachitos insolentes delante de mí. Alardean de su creciente poder adquisitivo en tiempos de crisis, ellos pueden comprar todo el petróleo.

Relegados al segundo plano, muy lejos del mainstream, ahí estamos nosotros. Descansando de toda esa pesada fetidez que con una insipiente fe de cloaca deslumbra a los ingenuos mercenarios del arte/ratas.

A mí ya no me quita el sueño
Pero ellos todavía despiertan asustados cada noche.
Me he familiarizado con lo vago, plano y simple del lenguaje
Para poder escupirlo cada vez que puedo
Y así poder vanagloriarme del chasco y revolcarme en sus aplausos

Es mejor así, entre menos me escuchen.