¿Alguna vez has escuchado un grillo?
La automatización corriendo a mil mientras ciencias económicas se convierte en un ciempiés sin móvil, pero con mucho movimiento. Serpenteando las escaleras del edificio toda esa masa amorfa y su creciente codicia; queriéndose comer el mundo o por lo menos atragantarse con un banco.
Es desde un banco donde germina su profunda mezquindad. Protegidos por una débil ventanilla que les brinda todo ese poder burócrata que te eructan en la sien.
Ignorar al grillo no es un crimen.
Ataviados en corbatas o en su defecto por un sexy pantalón ajustado, se pasean galantes ejerciendo su tacañería acompañándose de un “almuerzo ejecutivo”.
El desden de su mirada se equipara únicamente con su creciente ambición, el exceso sedicioso deletreando do-la-ri-za-ción.